viernes, 22 de marzo de 2019

Dalieda de San Francisco en Madrid. Lugares para visitar en Madrid.



Dalieda de San Francisco en Madrid.

La Dalieda de San Francisco es un jardín botánico especializado en dalias de una extensión de 4400 m²

Parte de los especímenes proceden de la antigua dalieda ya desaparecida junto al Palacio de Cristal de la Arganzuela

Situación:
A la zona en la que se encuentra este parque peculiar se la conoce como “Las vistillas”, la razón de esa denominación es que está en la zona más alta del Madrid de los Austrias, y las vistas son privilegiadas al sureste de la ciudad.

El pequeño parque está situado en un hermoso lugar del viejo Madrid, y su perímetro está delimitado en uno de los flancos por la pared de la iglesia de la Basílica de San Francisco el Grande, y sobre un terreno de lo que en tiempos fue la muralla árabe de la ciudadela defensiva que en un principio era Magerit.

No muy lejos de otro lugar emblemático, el complejo que agrupa al Palacio Real y la Catedral de la Almudena, los que ocupan el solar en el que originariamente se elevaba el Alcazar de Madrid, construcción defensiva que con el tiempo fue evolucionando en el palacio y residencia de la Corona en la capital del Reino hasta su destrucción en un incendio.

Dalieda de San Francisco Gran Vía de San Francisco, 29 Distrito Centro, CP. 28005 Madrid

Horario: De martes a viernes de 9 a 15 horas. Sábados, domingos y festivos de 10 a 14 horas.
Entrada gratuita.




Historia:

El lugar donde está la Dalieda albergó el convento de San Francisco, anejo a la Basílica que hoy se conoce como de San Francisco el Grande. Dice la leyenda que se construyó el convento franciscano en el lugar donde el Santo de Asís, en su periplo por España con el fin de convertir al sur aún islámico al Cristianismo, hizo parada y fonda, para lo que construyó una choza y promovió la construcción de una ermita.

Lo cierto es que, si bien hay constancia de la presencia de San Francisco en la España cristiana, a la que llegó hacia 1213 según algunos historiadores, no parece que permaneciera hasta el año 1217 como indica la placa que figura en la fachada de la Basílica y otros historiadores, el Santo tenía la intención de participar en el Concilio de Letrán para promover la aprobación de su regla, en 1214 y aunque no hay noticias de que asistiera al mismo, tampoco las hay de que continuara en España.

Construido pues entre el Siglo XIII y XIV, el convento permaneció en pie hasta convertirse en cuartel de infantería y posteriormente en prisión militar. En 1961, con la remodelación urbanística de la zona, fue derribado el convento con el fin de lograr espacio para la prolongación de la calle Bailén, que a partir de ese punto se llamaría Gran Vía de San Francisco.

La Dalieda fue inaugurada el 7 de mayo de 2007 por el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón con algunos de los especímenes de dalias que se cultivaban en la antigua dalieda junto al Palacio de Cristal de la Arganzuela.



La Dalia

Las primeras noticias que se tienen de la dalia datan de 1517, cuando los expedicionarios españoles descubrieron la península de Yucatán. Al parecer quedaron impresionados de la hermosura de una flor que los indígenas llamaban "Acocoxochit", una traducción lo más fiable posible sería “flor tubo de agua”, probablemente porque su tallo es hueco.

Francisco Hernández, médico personal de Felipe II, enviado especialmente para conocer las bondades de Nueva España y dar traslado del conocimiento adquirido a la Corona, describe la enorme belleza de dos especies de flores que los nativos conocían con el nombre de pipa de agua y bastón de agua, esto ocurría en 1570.


La popularización de esta planta, no llegó hasta el siglo XVIII, cuando el director del Botánico de Nueva España, D. Vicente Cervantes, envió semillas de la planta al Botánico de Madrid, en concreto a uno de sus destacados miembros, Antonio José Cavanilles. Éste plantó las semillas obteniendo impresionantes resultados y procedió a seleccionar las mejores floraciones, realizó un pormenorizado estudio y descripción de la misma y le dio el nombre de "Dahlia" en honor al botánico sueco Andreas Dahl.

Posteriormente distribuyó semillas de la planta entre los jardines botánicos europeos con los que el Real Jardín Botánico de Madrid tenía acuerdos de colaboración. Desde ese momento, la popularidad de la dalia creció exponencialmente en todo el mundo donde jardineros de gran prestigio las plantaron en los jardines más hermosos, logrando mediante selección e hibridación muchas de las variedades que hoy podemos disfrutar.


La dalia es originaria de México y es también considerada la flor nacional mexicana por decreto presidencial y por tanto un símbolo botánico de estas tierras, tal es así que desde el año 2007, todos los 4 de agosto se celebra el día nacional de la dahlia, con celebraciones y homenajes a todos cuantos en una u otra manera han tenido algo que ver con la popularidad de tan hermosa flor.
Colecciones

La colección posee 724 dalias de todo tipo, ya sean de tipo pompón, decorativas o dalias cactus.

La mejor época para verlas en todo su esplendor es principios de junio, para después agostar y verlas después remontar a finales de septiembre o comienzos de octubre.

Algunos ejemplares de dalias de la "Dalieda de San Francisco".




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viernes, 1 de marzo de 2019

El seminarista de los ojos negros de Miguel Ramos Carrión. Poesía en español.



El seminarista de los ojos negros de Miguel Ramos Carrión.

Desde la ventana de un casucho viejo,
abierta en verano, cerrada en invierno
por vidrios verdosos y plomos espesos,
una salmantina de rubio cabello
y ojos que parecen pedazos de cielo,
mientas la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.


Baja la cabeza, sin erguir el cuerpo,
marchan en dos filas pausados y austeros,
sin más nota alegre sobre el traje negro
que la beca roja que ciñe su cuello
y que por la espalda casi roza el suelo.
Un seminarista, entre todos ellos,
marcha siempre erguido, con aire resuelto.
La negra sotana dibuja su cuerpo
gallardo y airoso, flexible y esbelto.
Él, solo a hurtadillas y con el recelo
de que sus miradas observen los clérigos,
desde que en la calle vislumbra a lo lejos
a la salmantina de rubio cabello,
la mira muy fijo, con mirar intenso.


Y siempre que pasa le deja el recuerdo
de aquella mirada de sus ojos negros.
Monótono y tardo va pasando el tiempo
y muere el estío y el otoño luego,
y vienen las tardes plomizas de invierno.
Desde la ventana del casucho viejo
siempre sola y triste, rezando y cosiendo,
una salmantina de rubio cabello
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.
Pero no ve a todos: ve solo a uno de ellos,
su seminarista de los ojos negros.
Cada vez que pasa gallardo y esbelto,
observa la niña que pide aquel cuerpo
marciales arreos.


Cuando en ella fija sus ojos abiertos
con vivas y audaces miradas de fuego,
parece decirla: – “¡Te quiero!, ¡te quiero!,
¡Yo no he de ser cura, yo no puedo serlo!
¡Si yo no soy tuyo, me muero, me muero!”
A la niña entonces se le oprime el pecho,
la labor suspende y olvida los rezos,
y ya vive sólo en su pensamiento
el seminarista de los ojos negros.


………………………………………
En una lluviosa mañana de inverno
la niña, que alegre saltaba del lecho,
oyó tristes cánticos y fúnebres rezos:
por la angosta calle pasaba un entierro.
Un seminarista sin duda era el muerto
pues cuatro llevaban en hombros el féretro,
con la beca roja por cima cubierto
y, sobre la beca, el bonete negro.
Con sus voces roncas cantaban los clérigos,
los seminaristas iban en silencio
siempre en dos filas hacia el cementerio
como por las tardes al ir de paseo.
La niña angustiada miraba el cortejo,
los conoce a todos a fuerza de verlos…
Tan sólo, tan sólo faltaba entre ellos …
el seminarista de los ojos negros.


………………………………………
Corriendo los años, pasó mucho tiempo…
y allá en la ventana del casucho viejo
una pobre anciana de blancos cabellos,
con la tez rugosa y encorvado el cuerpo,
mientras la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.
La labor suspende, los mira y, al verlos,
sus ojos azules ya tristes y muertos
vierten silenciosas lágrimas de hielo.
Sola, vieja y triste, aún guarda el recuerdo
del seminarista de los ojos negros …




Miguel Ramos Carrión nació en Zamora, el 17 de mayo de 1848 y murió en Madrid el 8 de agosto de 1915. Fue dramaturgo, periodista y humorista.

La ciudad de Zamora le honra con el nombre de una calle céntrica, así como el Teatro Ramos Carrión.
Los títulos más conocidos de Ramos Carrión son las zarzuelas Agua, azucarillos y aguardiente (1897), con música de Federico Chueca, Un sarao y una soirée (1866, con Lustonó), La gallina ciega, Los sobrinos del capitán Grant, etc. Aparte de con Chueca, trabajó también con los compositores Caballero, Ruperto Chapí y Arrieta.



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