Castilla de Ramón Pérez de Ayala.
Cruzan por
tierra de Campos, desde Zamora a Palencia
-que llaman
tierra de Campos los que son campos de tierra-.
Hacen siete
la familia: buhonero, buhonera,
los tres
hijos y dos burras, flacas las dos y una ciega.
En un
carricoche lento, bajo la toldilla, llevan
unas pocas
baratijas y unas pocas herramientas
con que
componer paraguas y lañar vajilla en piezas;
tres
colchoncillos de estopa, tres cabezales de hierba
y tres
frazadas de borra: toda su casa y hacienda.
Cae la
tarde. La familia marcha por la carretera.
Dan rostro a
un pueblo de adobes que sobre un teso se otea.
Dos hijos,
zagales ambos, van juntos, de delantera.
Uno,
bermejo, en la mano sostiene una urraca muerta.
El padre
rige del diestro las borricas, a la recua.
Viste blusa
azul y larga que hasta el tobillo le llega,
la tralla de
cuero al hombro, derribada la cabeza.
A la zaga
del carrillo, despeinada, alharaquienta,
ronca de
tanto alarido, las manos al cielo abiertas,
los pies
desnudos a rastras, camina la buhonera.
Pasa la
familia ahora junto al solar de las eras.
Éste trilla,
aquél aparva, tal limpia y estotro ahecha.
Un gañán,
riendo, grita: – “¿Hubo somanta, parienta?”.
La familia
sube al pueblo y acampa junto a la iglesia.
- “¿Qué
ocurre, buena señora? ¿Por qué así gime y reniega?”
- “Mi fija
que se me muere, mi fija la más pequeña.”
- “¿Dónde
está, que no la vemos?” – “Dentro del carrico pena.
Anda más
muerta que viva.” Nunca tal cosa dijera.
Van las
mujeres de huída clamando: – “¡Malhaya sea!
La peste nos
traen al pueblo. Échalos, alcalde, fuera.
Suban
armados los mozos. Llamen al médico apriesa”.
El médico ya
ha llegado. Mirando está ya a la enferma:
una niña de
ocho meses que es sólo hueso y pelleja.
- “Vecinas,
ha dicho el médico, no hay peste, esto es, epidemia.
La niña se
ha muerto de hambre. Y al que se muere lo entierran.”
- “Lleva la
bisutería; alma, vida, princesa.
Lleva la
bisutería contigo bajo la tierra.
Pendientes
de esmeralda en las orejas.
Al cuello,
el collar de turquesas.
En el pelo
dorado, las doradas peinas.
Llévalo
todo, todo. Nada, nada nos queda.”
Campanas
tocan a gloria. Marchan por la carretera,
cruzando
tierra de Campos, desde Zamora a Palencia.
Ramón Pérez de Ayala y Fernández del Portal (Oviedo, 9 de agosto de 1880-Madrid,
5 de agosto de 1962) fue un escritor y periodista español.
BIOGRAFÍA
Ramón Pérez
de Ayala Fernández del Portal nació en Oviedo el 9 de agosto de 1880. Era hijo
de don Cirilo, oriundo de Tierra de Campos (Reino de León), y de doña Luisa, de
Asturias, concejo de Valdés-Luarca, su madre murió cuando él era pequeño. Fue
bautizado en la iglesia de San Isidoro. A los nueve años ingresó en el colegio
de jesuitas de San Zoil, en Carrión de los Céspedes, Palencia. Dos años más
tarde pasó al colegio de la Inmaculada Concepción, en Gijón.
Estudió Derecho en la Universidad de Oviedo bajo la protección de Leopoldo
Alas, "Clarín". Allí entró en contacto con los pensadores del
Krausismo, entre ellos Rafael Altamira, Posada. Le atraía tanto el
Regeneracionismo de sus mentores como el Decadentismo estético de la Europa de
preguerra.
En 1903 formó parte de la revista «Helios» de tendencia modernista. En 1904
publicó su primer libro «La paz del sendero» elogiado por Rubén Darío. A partir
de entonces, su principal actividad sería la literatura.
Pedro González Blanco lo puso en contacto con los modernistas de Madrid:
Jacinto Benavente, Francisco Villaespesa, Gregorio Martínez Sierra, Juan Ramón
Jiménez, Ramón María del Valle-Inclán y José Martínez Ruiz, "Azorín".
A partir de 1904 empezó a colaborar en El Imparcial y ABC. En 1907 se fue a
vivir a Londres. Al año siguiente su padre se suicidó tras arruinarse.
Volvió a Madrid donde colaboró con diversos medios: «El Heraldo», «El
Imparcial», «Alma española», «El Liberal».
En 1913 contrajo matrimonio con Mabel Rick y se estableció en Madrid. Consiguió
un empleo en el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes.
Vivió diez meses en Estados Unidos en 1919.
Se le concedió el el Premio Nacional de Literatura en 1927 y en 1928 fue
nombrado académico de la Lengua.
En 1931, con José Ortega y Gasset y Gregorio Marañón, firma el manifiesto «Al
servicio de la República», manifiesto antimonárquico que tuvo extraordinaria
influencia sobre la opinión pública y valió a los tres el apelativo
"Padres espirituales de la República". Al proclamarse la republica se
le encargó la Dirección del Museo del Prado.
En 1932 fue nombrado Embajador en Londres, cargo del que dimitió en 1936
descontento del rumbo político que imponía el Frente Popular. Volvió a España
donde cambió de bando y se posicionó a favor de los sublevados en contra de la
República democrática, tras la guerra continuó de funcionario de la embajada
española. La amputación de la pierna del menor de sus hijos, primero, y la
muerte, después, del mayor, fueron los golpes de gracia que hicieron del suyo
un verdadero «dolorido sentir» y lo que le decidió a volver a Madrid, en
diciembre del 54. Había pasado fuera de España veinte años. Sus libros en la
España nacional no tenían libre circulación y los americanos estaban
prohibidos. Regresó definitivamente a España en 1954. Murió en Madrid el 5 de
agosto de 1962.
Toda la obra de Pérez de Ayala parece un experimento literario en el que
utiliza la ironía y lo bufo. La frontera entre o irónico y lo real se difumina
entonces en un pesimismo vital.
Su obra es dividida por la crítica en dos épocas, una primera época juvenil en
que se caracteriza por una visión pesimista de la vida, que se trasluce a
través de una sutil ironía, pero a partir de la publicación de Belarmino y
Apolonio (1921) empezó su segunda etapa, donde abandonó el realismo en favor
del simbolismo caricaturesco y el lenguaje se recargó con componentes
ideológicos propios del ensayo.
El estilo de Ramón Pérez de Ayala se caracteriza por la ironía y el uso de un
lenguaje muy refinado, donde abundan las alusiones, las citas encubiertas y la
intertextualidad, por la abundancia de cultismos y helenismos y por el uso
ocasional de las técnicas degradantes del esperpento. El perspectivismo y el
contrapunto son técnicas que a veces utiliza, dividiendo incluso la página en
dos columnas para contrastar puntos de vista. En su primera etapa reproduce de
forma casi naturalista los sonidos.
La originalidad de los planteamientos y argumentos de sus novelas lo convierten
en uno de los mejores escritores españoles de este siglo.
BIBLIOGRAFÍA
Poesía
La paz del sendero (1904)
El sendero innumerable (1916)
El sendero andante (1921)
Ensayo
Hermann encadenado. Libro del espíritu y el arte italiano (1917)
Las máscaras (1917-1919)
Política y toros (1918)
Amistades y recuerdos (1961)
Fábulas y ciudades (1961)
Novela
Sonreía, 1909. Novela corta en «Los contemporáneos»
Tinieblas en las cumbres (1907)
La pata de la raposa (1911)
A. M. D. G. (1910)
Troteras y danzaderas (1913)
Prometeo, Luz de domingo, y La caída de los limones, (Novelas poemáticas de la
vida española), 1916. Novelas cortas.
Bajo el signo de Artemisa (1924), novelas cortas: Prometeo, Luz de domingo, La
caída de los limones.
El ombligo del mundo (1924)
Los trabajos de Urbano y Simona (1923)
Belarmino y Apolonio (1921)
Tigre Juan y El curandero de su honra (1926). Novela en dos volúmenes.
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