Real basílica de San Francisco
el Grande:
Es un templo católico en el barrio de Palacio, dentro del
centro histórico de la capital de España. Preside la cara occidental de la
plaza de San Francisco, configurada por la intersección de la calle Bailén y la
Carrera de San Francisco. Forma parte del convento franciscano de Jesús y
María, fundado a principios del siglo XIII, sobre una desaparecida ermita
dedicada a santa María.
La basílica fue construida en estilo neoclásico en la
segunda mitad del siglo XVIII, a partir de un diseño de Francisco Cabezas,
desarrollado por Antonio Pló y finalizado por Francesco Sabatini. El edificio
destaca por su cúpula, considerada como la tercera de planta circular de mayor
diámetro de la cristiandad; por su suntuosa decoración interior, realizada en
estilo ecléctico a finales del siglo XIX; y por su pinacoteca, representativa
de la pintura española de los siglos XVII a XIX, con cuadros de Zurbarán y
Goya.
Su titularidad corresponde a la Obra Pía de los Santos
Lugares de Jerusalén, organismo autónomo dependiente del Ministerio de Asuntos
Exteriores y de Cooperación. El 19 de octubre de 1980 fue declarada Monumento
Nacional, según Real Decreto, recibiendo por tanto la condición de Bien de
Interés Cultural.
Historia
El lugar estuvo ocupado anteriormente por un convento-ermita
franciscano, que, según la leyenda,1 fue fundado por san Francisco de Asís en
1217. Cuando Felipe II convirtió Madrid en capital del reino, en 1561, el
convento fue ganando en riqueza e importancia y llegó a recibir la custodia de
los Santos Lugares conquistados por los cruzados, mediante una Junta Protectora
de la Obra Pía de Jerusalén, y el Comisariado General de Indias.
En 1760, los franciscanos derribaron la primitiva
edificación para construir, sobre su solar, un templo más grande, que
encargaron al arquitecto Ventura Rodríguez. Su proyecto, firmado en 1761, fue
desestimado, a favor de un diseño del fraile Francisco Cabezas, redactado por
José de Hermosilla. Cabezas concibió una amplia rotonda para el espacio
interior, cubierta por una grandiosa cúpula. Sin embargo, las obras tuvieron
que suspenderse en 1768, debido a las complicaciones técnicas surgidas, lo que
obligó a Cabezas a abandonar el proyecto, presionado por Ventura Rodríguez,
quien aprovechó su influencia dentro de la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando. Las obras fueron encomendadas entonces a Antonio Pló, que se hizo
cargo de la cúpula, concluyéndola en 1770.
En 1776 la comunidad de frailes solicitó al rey Carlos III
que se incorporara al proyecto el arquitecto real Francesco Sabatini, uno de
los artífices del Palacio Real, a quien se debe la fachada principal y las dos
torres que la coronan. También se sumó Miguel Fernández, en calidad de asesor
técnico. El edificio fue finalizado en 1784. Durante el reinado de José I
(1808-1813), se pensó en destinar el templo a Salón de Cortes, a partir de una
remodelación proyectada por el arquitecto Silvestre Pérez. Finalmente, fue
convertido en hospital, según Decreto de 3 de marzo de 1812.
En el año 1836, en el contexto de la desamortización de
Mendizábal, los franciscanos fueron expulsados y el edificio quedó en manos del
Estado español, a través del organismo Patrimonio Real. Un año después, se
barajó la posibilidad de convertirlo en Panteón Nacional, pero la iniciativa no
pudo materializarse. En 1838, sirvió de sede a un cuartel de infantería, al
tiempo que se recupera el culto religioso. La Junta Protectora de la Obra Pía
de Jerusalén quedó bajo la titularidad del Estado.
En 1869 se retomó la idea del Panteón Nacional. Durante los
cinco años siguientes, albergó los restos mortales de diferentes personalidades
de la historia española, entre ellos los de Calderón de la Barca, Alonso de
Ercilla, Garcilaso de la Vega, Francisco de Quevedo, Ventura Rodríguez, Juan de
Villanueva y Gonzalo Fernández de Córdoba (el Gran Capitán). Fueron depositados
en una capilla y devueltos en 1874 a sus respectivos lugares de origen.
En 1879, el templo fue objeto de una profunda reforma y
restauración, impulsada por el político Antonio Cánovas del Castillo y
financiada por el Ministerio del Estado. La rehabilitación fue aprovechada para
decorar su interior, en un proceso que se extendió desde 1880 hasta 1889 y en
el que intervinieron diferentes artistas españoles especializados en pinturas
murales y artes decorativas, entre los que cabe destacar a Casto Plasencia,
José Casado del Alisal y Salvador Martínez Cubells. La mayoría de sus estudios
y bocetos se conservan en el Museo del Prado.2
Traslado de los restos de Calderón de la Barca, desde San
Francisco el Grande (en la imagen, a la izquierda) hasta el cementerio de San
Nicolás, a su paso por el primitivo Viaducto de Segovia. El grabado corresponde
a 1874, cuando el templo dejó de tener la función de Panteón Nacional y fueron
devueltos los restos mortales allí depositados a sus lugares de origen.
Las obras fueron realizadas a expensas de los fondos de la
Obra Pía de los Santos Lugares, dirigiéndolas, por parte del Ministerio de
Estado, Jacobo Prendergast. En la reforma tomaron parte escultores tan
renombrados como Jerónimo Suñol, Justo Gandarias Plazón, Mariano Benlliure,
Ricardo Bellver, Juan Samsó y Antonio Moltó; pintores de la fama de Carlos Luis
de Ribera y Fieve, Alejandro Ferrant y Fischermans ayudado por su gran amigo
José María López-Merlo Pascual, Casto Plasencia, Germán Hernández Amores,
Manuel Domínguez Sánchez, José Casado del Alisal, José Moreno Carbonero,
Antonio Muñoz Degraín, Salvador Martínez Cubells, Francisco Jover y Casanova,
Eugenio Oliva y Rodrigo, José Marcelo Contreras y Muñoz y Manuel Ramírez
Ibáñez.
También ejecutaron obras de talla y ornamentación Francisco
Molinelli, Pedro Nicoli y Varela.3
En 1926, el rey Alfonso XIII devolvió el templo a los
franciscanos. El 30 de junio de 1962 fue declarado basílica menor por el papa
Juan XXIII y el 8 de noviembre del mismo año quedó bajo la advocación de
Nuestra Señora de los Ángeles, tras una nueva consagración.
A lo largo del siglo XX se fueron sucediendo reformas y
rehabilitaciones, permaneciendo cerrado durante décadas.4 Cabe señalar la
iniciada en 1971, abordada por el arquitecto Luis Feduchi, en la que se actuó
sobre las cubiertas y la cúpula, con la impermeabilización del emplomado y la
restauración de los frescos del domo.
En noviembre de 2001, tras décadas en obras, la iglesia
volvió a abrirse al público y en 2006 fueron desmontados los andamios
instalados en el interior, con los que los restauradores procedieron a la
recuperación de las pinturas murales.