La Batalla de Flores es la fiesta popular más importante de la localidad cántabra de Laredo, en España.
Se celebra el último viernes de agosto desde el año 1908 y está declarada Fiesta de Interés Turístico desde 1965 y Fiesta de Interés Turístico Nacional desde 2011.
Consiste en un desfile de carrozas cuyos armazones se adornan con flores y pétalos naturales, formando motivos alegóricos, durante el cual un jurado emite una clasificación designando a una de ellas como ganadora. A lo largo de ese día se organizan en la villa pejina mercadillos callejeros, y diversas bandas y charangas tocan música por toda la ciudad, culminando con un espectáculo de fuegos artificiales desplegado sobre la bahía en la que se enclava el municipio. Es una fiesta que desde sus orígenes ha destacado por su brillante combinación de motivos lúdicos y artísticos.
Pese a que el evento se condensa en un solo día, el de la celebración del desfile, la preparación de la Batalla de Flores se prolonga durante meses. Si el acondicionamiento de los campos para las flores (cultivadas en su mayor parte por los propios carrocistas en prados próximos al núcleo de Laredo), la plantación de éstas, su cuidado y recogida se inicia a comienzos del invierno y se extiende a lo largo de la primavera hasta la víspera de la fiesta, el proceso de diseño, concepción, elaboración y rematado de las carrozas se desarrolla durante todo el verano, hasta el mismo momento del inicio del desfile.
Proceso que alcanza su culminación durante la noche mágica, expresión con que se conoce la víspera de la fiesta. Durante ese día y a lo largo de toda la noche, hasta el mismo momento de entrar en el circuito, las cuadrillas de carrocistas (decenas de personas por cada grupo, implicando directa o indirectamente a la mayor parte de los vecinos de Laredo en la Batalla, desde hace generaciones) se afanan por culminar sus alegorías, ensamblando las figuras y cubriendo todo el conjunto con miles de flores y pétalos, en una auténtica carrera contra el reloj.
Así, el viernes, cada año, el milagro se repite, y a la llamada de los cohetes entre una y dos docenas de coloristas carrozas completamente cubiertas de flores naturales entran en un circuito rodeado por una masa de espectadores que, literalmente, ocupan el pueblo. Visitantes que acuden desde localidades de toda la región y desde provincias de toda la geografía nacional para disfrutar de un evento eminentemente artístico.
Corazón y razón de ser de la Batalla, las carrozas, aunque conservando su concepto original, han experimentado una evidente evolución desde los comienzos de la fiesta: estilística, volumétrica, técnica, material… Los simples objetos decorados sobre pequeñas plataformas móviles arrastradas por animales de las primeras ediciones dieron paso, en los años anteriores a la guerra civil, a composiciones alegóricas de mayor volumen, complejidad y ornametación floral.
Los carrocistas
La Batalla de Flores es una fiesta popular y colectiva. Durante generaciones cientos, incluso miles, habrán sido las personas implicadas en su elaboración. Cada carroza presentada en el desfile ha contado con el esfuerzo de grupos de decenas de colaboradores. Habitualmente esas cuadrillas se articulan alrededor de un núcleo principal, el cual mantiene viva la labor de un año para otro. Este círculo íntimo es, estrictamente hablando, el de los carrocistas. Son los que conciben, diseñan y dirigen la ejecución de las carrozas –labor que les absorbe durante todo el verano-, cuidando de que la flor esté preparada para el día grande, convirtiéndose en el alma de cada grupo y en el motor vivo de la Batalla. Simples artesanos erigidos en auténticos artistas.
Establecer una clasificación de carrocistas basándonos exclusivamente en las victorias obtenidas no deja de resultar injusto, pues dejaremos sin nombrar una infinidad de artistas sin cuya labor la fiesta no sería lo que es. No obstante éste es el podio de un más de un siglo de Batalla de Flores:
Ocupando con justicia el primer puesto se halla José Antonio “Toñi” Quintana, el carrocista más laureado de la Batalla en toda su historia. 18 son las victorias conseguidas por él a lo largo de una extensa y prolífica carrera (iniciada a finales de los años 50 de la mano de su padre), tanto en solitario como en colaboración con su hermano Manuel, con su rival y amigo Ángel Sainz o, actualmente, con el grupo Transportes Maritina de los hermanos Cagigas.
Por detrás de él, en posición de plata, destaca un carrocista más joven pero de notable bagaje, Ángel Expósito, que prolonga su brillante e innovadora carrera desde los años 80, acumulando ya 10 primeros puestos. Comenzada su andadura junto a Miguel Sol, en la actualidad colabora con sus hijos –y prometedores carrocistas- Edgar y Alan.
El tercer puesto lo ocupa el también veterano Ángel Sainz, quien logró 7 victorias (más tres premios de honor) en el cordial duelo entanblado con su amigo “Toñi” Quintana. Iniciados juntos en la infancia, regresaron también juntos y con éxito en 1996 tras el período de retiro que siguió a su gloriosa época durante los años 60 y 70, demostrando que rivalidad y amistad no tienen porque ser incompatibles. A partir de mediados de los 90 Ángel continuó su carrera ya sin interrupciones hasta su lamentable fallecimiento en 2002.
Con 6 victorias destaca un apretado grupo integrado por Manuel Piedra, un clásico que reinó durante las primeras décadas de la Batalla, Víctor Ortiz y Manuel Quintana (padre de “Toñi”), quienes desplegaron una brillante carrera en equipo durante los años centrales del siglo (incluidos 2 premios de honor), Felipe Revuelta, incombustible carrocista en activo desde los años 50 hasta los 80, y Miguel Sol, socio de Ángel Expósito en sus primeros éxitos. Actualmente la Asociación Come Golayu que lo ha hechu güela cuenta en su haber son 6 victorias en sus 10 participaciones.
Con 5 victorias tenemos a Marcelino Rodríguez, destacado en los años inaugurales de la fiesta; al Grupo Amigos, el cual, encabezado por el iconoclasta Ángel Llanderal, fue uno de los renovadores de la Batalla durante los años 80 y 90.
4 victorias coronan las carreras de Santiago Corro (quien suma además 2 premios de honor), Transportes Maritina de los hermanos Cagigas ; tres las de Fructuoso Gutiérrez, Manuel Ansola y los hijos de Víctor Ortiz, los hermanos Oruña; y dos las de Gregorio Mazarrasa, Baldomero Cosío, Federico Salviejo, Ildefonso Martínez, Gerardo Castillo e Hijos de Revuelta.
También alcanzaron la victoria en la Batalla Nicolás Gereda y César Alba, Zarauz, Montes, Ron, Gutiérrez y González, Valentín Bustillo, Santiago Alba, Juanito Oceja, Tejada e Ildefonso Vallejo, Velasco, Martínez y Cañarte, Narciso Fernández, Ángel Leonardo, Zubillaga, Celedonio Gómez y Pérez, Ruiz, López y Arrebola, Peña Los Veteranos, Sevi, Campo, Rivero y Vivanco, Abelardo Landera Puente y Grupo Pejino.
Algunos años, además, se concedieron premios especiales o de honor, cuando la elección entre dos carrozas merecedoras del primer premio se hacía imposible. Así, lograron este galardón Ángel Sainz (en tres ediciones), Víctor Ortiz y Manuel Quintana (dos ediciones), Santiago Corro (dos ediciones), Ontañón y Barrera, la viuda de Cañedo, Gutiérrez y Revilla, Leonardo del Río, José Corro, Ángel Linaje, Zubillaga, Díaz y López, Felipe Revuelta.
El día de la Batalla
La fiesta arranca sus prolegómenos la víspera del viernes. A lo largo de la "noche mágica" las cuadrillas se afanan por montar, rematar y engalanar las carrozas, mientras cientos de personas desfilan por la villa para ver como las alegorías toman forma a la luz de los focos, creando una atmósfera realmente mágica.
A la mañana siguiente, el viernes arranca con la apertura de un mercadillo –instalado desde el día anterior en la Avenida José Antonio-, inundándose el pueblo con la musica de bandas, peñas y charangas. Por la tarde, a las cinco y media, un estallido de pólvora anuncia el comienzo del desfile. Las carrozas penetran en el circuito –alrededor de la Alameda Miramar-, arrastradas y empujadas por las mismas personas que han pasado toda la noche rematándolas. Les acompañan a lo largo de las tres vueltas que dura el desfile, carros de caballos engalanados, peñas, bandas de música y grupos de danzantes, entre un mar de serpentinas y confetis lanzados por el numeroso público que colapsa las avenidas circundantes. El evento finaliza con la entrega de premios y la colocación de las carrozas en un recinto vallado para su exposición durante los siguientes días.
La jornada se completa con verbenas, conciertos y, a medianoche, un espectáculo de fuegos artificiales desplegado en la bahía, frente a la extensa playa.
Orígenes: A comienzos del siglo XX la celebración de Batallas de Flores se había popularizado en Europa, especialmente en los países mediterráneos. En España fueron habituales en el Levante (Murcia), pero también en el Cantábrico (Santander, Bilbao). Sin embargo dos factores vinieron a singularizar la Batalla de Laredo: su origen marítimo y su longevidad. En efecto, fue en el entonces pequeño puerto pesquero donde arraigaría con más fuerza la fiesta, siendo la única con vida continuada desde sus comienzos, en 1908, hasta la actualidad, hecho significativo por no ser una región climatológicamente favorable para el cultivo de flores ornamentales.
Aquella primera edición, además, se celebró en la Bahía, y no en tierra, integrando el desfile las engalanadas traineras de la Cofradía de Pescadores, antecedente de las futuras carrozas. La primera celebración tuvo lugar el domingo 30 de agosto de 1908 siendo alcalde de la villa, Don Santiago Basóa y la razón de tal original idea fue del entonces secretario municipal de Laredo, el señor Don Arsenio Lazbal, para dar una nueva festividad a la villa en época estival.